Si la pasión no atravesara las almas, ¿Qué valdría la vida?, se preguntó una vez el genial dramaturgo madrileño Jacinto Benavente, Premio Nobel de Literatura en 1922. Y es que la pasión en la vitivinicultura es además de un trabajo, un modo de vida. Conocer en persona a Alejandro Perfecto, me ha reconciliado con esta idea, porque despliega, mientras te cuenta su proyecto, una emoción que sin duda enriquece de algún modo mi punto de vista holístico sobre Temerario, un vino rosado, elaborado con uvas de la varietal Garnacha, procedentes de viñas plantadas en el término municipal de Alfaro en 1960. El espacio donde se asientan las viñas, legado familiar de padre a hijo, está enclavado en una finca bautizada como Lobera, que como relata Alejandro, en la añada 2023, sufrió todo tipo de inclemencias. Y aún y así, y esto lo digo yo, el vino se presenta con un manual de supervivencia impecable. La elaboración mimosa y convencional, con despalillado, estrujado y utilización de prensa hidráulica, préstamo ocasional de la vitivinicultura Bárbara Palacios López-Montenegro. Las viñas que aporta esta Garnacha se asientan en suelos de componente arcilloso, profundos, pedregosos en parte, correntía hídrica, huello de claro perfil acumulativo. Descorche diestro y servicio en copa por parte de Alejandro, estampa cromática rosa intensa, con reflejos coralinos y cobrizos, muy limpio y brillante. La cercanía aromática imprime nostalgias de fresa de mata, grosella y granada, piel de naranja, flor de azahar y un muy ligero apunte silvestre. Abre fresca la boca, con una sabrosa acidez longitudinal, volumen y enjundia, un vino rosado muy en clave identitaria. Lozanía y gestos frutales por doquier. Media alta seña de persistencia. Grandes garnachas tiene Rioja. Y Temerario no es un vino de la acepción irreflexiva del término, más bien del sentido audaz. La pasión de su autor es contagiosa. Su audacia también, igual que la franca frescura y la incuestionable virtud varietal respetada en su elaboración.
Puntos El Alma del Vino: 17’50/20
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