Rescato de mi agenda de catas, y de un pasado cercano, marzo del año 2019, las impresiones sobre este vino tinto crianza correspondiente a la edición de añada 2016. Ermita de San Felices de Bodegas Santalba me narró lo siguiente: Vino tinto monovarietal elaborado con uvas de la casta tempranillo vendimiadas y seleccionadas con origen en viñedos localizados en los términos municipales de Haro y Villalba de Rioja. Manejos de agricultura sostenible en una altitud sobre el nivel del mar que oscila entre los quinientos y los seiscientos metros con cepas asentadas en suelos de componente arcillo calcáreo.
Tras la cosecha manual del fruto y el traslado a las instalaciones de la bodega se procede con despalillado y estrujado más una maceración de dos días antes de iniciar la fermentación alcohólica que se lleva a buen término en depósitos, finalizando mediante una maduración en barricas de madera de roble americano que se prolonga durante quince meses.
Tras el descorche inicial y primer servicio en copa surgen tonalidades picota de notable intensidad y brillo, con reflejos grana. Nariz que en la proximidad recibe nostalgias de fruta roja en sazón, guiño de arropes y una brisa especiada dulce que precede a un eje balsámico y a un compendio de recuerdos tostados y de caramelo. Entrada en boca sustanciosa, acredita volumen y longitud, traza de acidez bien delineada. Aporta frescura y persistencia, manteniendo los registros de la fruta madre en primera línea de protagonismo. Sabroso en el paso con una domada tanicidad golosa y franca.
La retronasal habla de evocaciones a cerezas y ciruelas rojas, vainilla y caramelo, regaliz central y epílogo de almendra tostada. Guiño breve torrefacto. Lo valorécon dieciséis con cincuenta puntos sobre veinte posibles. Esta mañana, con cinco años de diferencia, he descorchado esta referencia en la misma edición de añada, rebuscando entre mis vinos de guarda. El bendito a la par que elegante progreso de la Tempranillo de Rioja, madurada previamente en roble americano, y respetada en botella. La expresión de la fruta pasa de arrope a seña ligeramente acompotada, con un guiño de boudoir, botica y ebanistería, almendra tostada combinada con especias dulces, matorral de sotobosque, miga de pan. Fragancia en la que la fruta se mantiene dominante por encima de la influencia del roble. Boca sabrosa, viveza, la línea de acidez responde a la llamada del catador, sustancia en el paso, da gusto toparse con un vino tinto crianza de la vendimia 2016 que mantiene estructura, tanicidad y persistencia en mayo de 2024. Garbo y estilo. Mejora en su puntuación, diecisiete con cincuenta sobre veinte posibles. Para propia satisfacción y también, para la del enólogo de Santalba, Roberto Ijalba.
Puntos El Alma del Vino: 16’50 y 17’50/20.
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