Dicen que como las bicicletas, los vinos rosados son para el verano. Craso error, en lo que a mi respecta, los disfruto todo el año. Esas manías que nos enroscan en la mente y que hacen que nos pongamos un corsé. También desobedezco la orden de consumir helados solo en las épicas épocas de calor estival, yo los saboreo durante todo el año, incluida la navidad. El vino rosado Tajinaste originado en el término municipal tinerfeño de La Orotava, se elabora con uvas de la varietal Listán Negro, cosechadas en la finca El Ratiño, ubicada a una altura sobre el nivel del mar de más de quinientos metros. Con Agustín García Farráis, propietario del dominio y enólogo, al frente, esta es una de las referencias que plantea en el mercado, ni mucho menos la única, con rigor, magnífico punto aromático y un paso por boca lleno de intensidad frutal. Tajinaste es un hermoso cuento, real, que se ha transmitido de abuelos a nietos y que me llega desde la tierra canaria, con identidad volcánica y plena, en un entorno natural que rodea a los viñedos, digno de disfrute y muy apto para el noble ejercicio de la vitivinicultura. Abre en la retina con un marcado cromatismo rosáceo frambuesa, limpio y brillante, desplegando una aromática larga que enlaza evocaciones de moras y fresas, cerezas y grosellas, menor melocotón de viña, flores y algún motivo de matorral. Guiño cítrico fino. La boca se muestra sabrosa, muy fresca, juvenil, con los registros de la fruta madre marcando el recorrido. Estupenda nota de acidez y buena persistencia que enmarca un gesto de sutil amargor que le aporta estructura, memorando junto al vocabulario de la Listán, oratoria de clave ferruginosa y un visaje mineral que apuntala el epílogo del vino. Me ha encantado.
Puntos El Alma del Vino : 17’50/20.
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