Un vino selección de autor tiene a priori la consideración precisa para recordar al filósofo francés Michel de Montaigne, humanista que fue alcalde de la ciudad de Burdeos, cuanto establecía en uno de sus inmortales ensayos que la relación entre una obra y su autor es la misma que la existente entre un hijo y su padre o su madre. El Tobía Selección de Autor en la edición de vendimia 2019, es una manufactura de Oscar Tobía, un viticultor que inició su andadura en la localidad de San Asensio allá por el año 1994. Desde su ubicación actual en Cuzcurrita de Río Tirón y con una fusión varietal de las castas Tempranillo, mayoritaria, Graciano, Garnacha y pequeños aportes de otras, Tobía presenta en el mercado un vino recio, intenso, que habla riojano y que encandila por su vigor en el paso por boca y paladar. Diría que se recrea en músculo y nervio, es carnoso y la fruta marca cata y degustación por encima de la influencia del roble que le sirve en la maduración, francés y americano. Diego Orio, enólogo de la bodega, expresaba hace un tiempo, en una entrevista, que para lograr vinos excepcionales, se debe partir de viñedos y uvas excepcionales porque los enólogos nos son magos ni brujos. En una pasada visita realizada a la bodega, Tobía me mostró sus depósitos Ganímede, continentes de acero inoxidable en donde esté selección de autor afronta la fermentación alcohólica. Son depósitos que utilizan el carbónico que surge en el fermentado, que facilitan de modo natural el remontado y que, además posibilitan con mayor facilidad la extracción de pepitas. Con las propias levaduras del viñedo y con una maloláctica que precede a la maduración, diecisiete meses en barricas de madera de roble, cristalizan un vino con empaque, marcado en copa por un cromatismo picota y púrpura, brillante y limpio, incipientes grana. La aromática memora fruta roja y negra en sazón, balsámicos, especiados y guiños de confite, fondo tostado y herbal más suave. La gallardía se nota en la entrada en boca, carnoso, profundo, con una altiva acidez que se adapta al recorrido, taninos marcados y maduros, llena, llega y se prolonga. Deja un guiño de mineralidad en el epílogo, que definiría en modo simbólico como una evocación de antracita. Durante la cata, mantienes un pulso, y acabas perdiendo porque te dejas llevar por la fruta, rotunda. Perder para ganar en satisfacción.
Puntos El Alma del Vino : 17’50/20.
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