No pretendo descubrir a Chus Madrazo a estas alturas. Sería muy pretencioso intentarlo. Llevo años catando con él, incluso en alguna ocasión y gracias a su generosidad, a pie de barrica en las históricas salas de Viñedos del Contino, buscando mi opinión con respecto a esta y aquella añada y yo un aprendizaje que en esto de la cultura vitivinícola nunca cesa. Siempre lo digo, desconfíen de aquellos que dicen que de vino lo saben todo. Jesús Madrazo, decía Carlos Delgado en un artículo de El País, se crece ante la adversidad, haciendo buena la sentencia de Heráclito de que el carácter es el destino. Lo ratifico. La visión poliédrica de Chus sobre la coordinación entre viñedo, bodega y consumidores le convierte en uno de esos elaboradores que tiene en cuenta el detalle, los tiempos y los espacios, los suelos y las exposiciones cardinales, las catas y los gustos propios y ajenos, así como la deflagración final, la explosión del interior de la copa en sus clientes fijos y potenciales. Sirve de ejemplo este crianza de Rioja en cuya edificación, Chus tuvo en cuenta la variedad Merlot a fin de suavizar el tanino de la Graciano y cooperar junto a la Garnacha en ese afinado. Utiliza uvas vendimiadas en Cuzcurrita, también en la zona oriental de la denominación y aunque no aparece el porcentaje de Merlot, es una de las valedoras académicas de este vino en el que la Tempranillo se eleva lozana desde la base del coupage. Porque si algo sentencia Chus con frecuencia es que es un defensor confeso de los vinos con Tempranillo y algo más, ya que así ganan en complejidad. Ya luego y en el vinificado, Madrazo emplea depósitos de acero inoxidable donde lleva a cabo la fermentación durante diez días y tras otros diez días de maceración, inicia la maloláctica durante quince jornadas en barricas setenta porcentual del total y en depósito la cantidad restante. La maduración transcurre durante catorce meses en barricas de madera de roble americano y francés, en proporción paritaria. Una expresión frutal fresca y madura, con memorias balsámicas, evocadores ahumados y un guiño herbal que redondea el aroma, también apunto algunas flores rojas y muy suaves especiados. En todo caso es la fruta la protagonista, abriendo en boca con amplitud, sabrosa acidez, en clave vinos finos de Rioja, con los taninos maduros, pulidos, y una buena persistencia. Magnifica añada.
Puntos El Alma del Vino : 18’50(20).
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