Quienes deambulamos desde tiempo atrás por la identidad y los vericuetos de la denominación de origen Rioja, sabemos, tal y como nos dejaron en un legado tácito y expreso, algunos de nuestros más ilustres antecesores, que cuando hablamos de Garnacha, en esta región vitivinícola, Tudelilla es una de las ubicaciones más propicias. Desde Julio Sáenz, Ezequiel García o Basilio Izquierdo a anónimos hombres y mujeres de vino, todos contemplan esta verdad como uno de los principios básicos en el conocimiento de la denominación. El enólogo sudafricano, afincado en la tierra de los siete valles, Bryan MacRobert defiende en el mercado este monovarietal de esa Garnacha inapelable, que da luz a un vino dotado de una sabrosa rusticidad, vibrante y pincelado con la picota sensible, rojo persa insinuante y la estampa sólida, primaria y cálida. Canto rodado y piedra en el suelo del viñedo, con una influencia climatológica atlántica y mediterránea. Cosecha manual del fruto, con una fermentación que tiene lugar en continente de hormigón y una posterior maduración en bocoyes de roble que se extiende durante un año. Aparece en escena con la tonalidad identitaria limpia y brillante, expresa en la proximidad aromática memorias de fruta roja en sazón, soplo liviano de piel de naranja, finos balsámico y alguna nostalgia de miga de pan. Boca esbelta pero notificando buen guión aglutinante entre fruta y madera, equilibrio, estructura y taninos golosos. La persistencia es notable y expresa en el epílogo gestos de mineralidad. Un punto nítido de sapidez final le da buena prolongación. Como afirmó pocos años antes de fallecer, en uno de los instructivos encuentros que mantuve con Ezequiel García, “Juan, hay garnachos y garnachos, porque un garnacho de Tudelilla tiene una categoría especial.” Y este vino cumple aquella premisa que uno guarda en la memoria para siempre.
Quienes deambulamos desde tiempo atrás por la identidad y los vericuetos de la denominación de origen Rioja, sabemos, tal y como nos dejaron en un legado tácito y expreso, algunos de nuestros más ilustres antecesores, que cuando hablamos de Garnacha, en esta región vitivinícola, Tudelilla es una de las ubicaciones más propicias. Desde Julio Sáenz, Ezequiel García o Basilio Izquierdo a anónimos hombres y mujeres de vino, todos contemplan esta verdad como uno de los principios básicos en el conocimiento de la denominación. El enólogo sudafricano, afincado en la tierra de los siete valles, Bryan MacRobert defiende en el mercado este monovarietal de esa Garnacha inapelable, que da luz a un vino dotado de una sabrosa rusticidad, vibrante y pincelado con la picota sensible, rojo persa insinuante y la estampa sólida, primaria y cálida. Canto rodado y piedra en el suelo del viñedo, con una influencia climatológica atlántica y mediterránea. Cosecha manual del fruto, con una fermentación que tiene lugar en continente de hormigón y una posterior maduración en bocoyes de roble que se extiende durante un año. Aparece en escena con la tonalidad identitaria limpia y brillante, expresa en la proximidad aromática memorias de fruta roja en sazón, soplo liviano de piel de naranja, finos balsámico y alguna nostalgia de miga de pan. Boca esbelta pero notificando buen guión aglutinante entre fruta y madera, equilibrio, estructura y taninos golosos. La persistencia es notable y expresa en el epílogo gestos de mineralidad. Un punto nítido de sapidez final le da buena prolongación. Como afirmó pocos años antes de fallecer, en uno de los instructivos encuentros que mantuve con Ezequiel García, “Juan, hay garnachos y garnachos, porque un garnacho de Tudelilla tiene una categoría especial.” Y este vino cumple aquella premisa que uno guarda en la memoria para siempre.
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