Hace ya unos años que conocí a Roberto Oliván y lo hice durante una nebulosa mañana de invierno, con el suelo del viñedo cubierto por una ligera capa de barro fruto del clima de la época. Fue un día inolvidable, tanto es así por las condiciones del campo durante mi visita como por el poco adecuado vestuario que yo llevaba, por circunstancias, durante la misión. Terminé lleno de un barrizal que sin embargo lejos de preocuparme, casi fue un motivo de orgullo, como un niño travieso se lanza en pos de charcos contraviniendo a su madre. Los suelos con componente de oxido ferroso donde se asientan las viñas de Tentenublo Wines me recibieron la primera vez con el tapiz que no esperaba, o al menos no tan bravos. Fue la edición de vendimia 2011 mi debut en la aproximación con esta referencia siendo aquella mañana de tierras blancas y rojas en las altas zonas de Lanciego, simbolizadas en una vieja parcela de garnacha. Ha seguido lloviendo, cayendo la niebla por las mañanas y con aquellos recuerdos presentes, el pasado dieciocho de diciembre de 2020, disfruté con un grupo de amigos del descorche de esta edición de vendimia 2018. Roberto Oliván, viticultor en Viñaspre, sigue vigente honrando el pasado y viviendo en el presente, y presenta este vino tinto que encierra en su corazón la presencia de Tempranillo, Garnacha y otras variedades blancas, fruta procedente de La Balsa, El Prado, La Abejera, La Quemada, Castillejo y La Fuente Colas, parcelas recurrentes, viñedos de vaso alto que se laboran con la premisa de mínima intervención. Suelos de margas y areniscas de poca profundidad, expuestos a los vientos del norte. Vendimia manual, traslado a bodega del fruto en cajas de quince kilogramos, procediendo con una fermentación espontánea en tinas abiertas y acometiendo suaves bazuqueos. Maloláctica y maduración en barricas y fudres de roble francés durante un periodo de ocho meses. Posterior embotellado en el mes de agosto de 2019. Primer servicio en copa, con un cromatismo rojo picota oscuro y brillante, nace en la aproximación aromática con nostalgias de fruta roja en sazón, sensaciones que me recuerdan a tostados, miga de pan, la esencia de la garnacha está presente, tal vez un suave punto de piel de naranja, grato en el olfato. La boca abre suave, va creciendo a medida que avanza, bien estructurado, con medio volumen y prolongación. Se recrea en la parte final de la cata, con los taninos maduros y una persistencia de notable intensidad. Alzado desde una rusticidad muy jugosa y ciertamente sutil, tiene peso y lo demuestra pese a un inicio un poco tímido, segundos después del descorche. Ya lo he conseguido, ya me gano la vida con las viñas y el vino, así se expresaba Roberto en una entrevista del pasado. Haberle conocido en sus esperanzadores inicios es como cuando ves comenzar a caminar a un niño y años después le ves convertido en futbolista profesional. Honor y respeto, Roberto, buen trabajo.
Puntos El Alma del Vino : 17’50/20
Comentarios
Publicar un comentario