Vino catado en el año 2018, en Haro.
Desgranar uno a uno el racimo de cada variedad vinífera riojana, gracias a bodegas que contribuyen con la elaboración de vinos mono varietales es lujo y placer. Conocerlas cuando el vino desde el interior de la copa te envía sensaciones de franqueza es además simple pasión por esta fascinante cultura vitivinícola. Estoy cansado de escuchar quejas ridículas, cantos de sirena procedentes, en su mayor medida, de personas que además y para mayor castigo auditivo proceden del sector bodeguero. Aquello de que catar vinos es más sencillo de lo que parece porque algunos consumidores tienen miedo a pedir una referencia por el pánico de no entenderla siguiendo el guion de algunos escritores, criterios que alejan la realidad de su propia ficción. No he conocido aún en todos mis años de catador y degustador de vinos, a un solo ser humano que sienta miedo al pedir un vino. Pero si he escuchado esta cantinela estrafalaria sin descanso. Lo que aleja al consumidor de la botella no es lo que algunos hacemos divulgando, poniendo con más ó menos éxito nuestro grano de arena en este mundo de la vitivinicultura. Lo que aleja el vino del ciudadano medio es la pestilente idea de que el vino es tan solo una bebida. El vino es primero un alimento con mayúsculas. Y en su consumo responsable en todo el término del concepto está el éxito del proyecto, con una educación temprana sin falsas moralinas hipócritas, con una capacidad aplicada desde las instituciones públicas de ayudar a conocer que detrás de una botella de vino hay tierra, sol, lluvia, nieve, granizo, sudor y esfuerzo, horas de batalla, campo y bodega, identidad y conocimiento. En suma, trabajo y cultura. Escribir de un vino no es torpedearlo, siempre y cuando se haga con respeto y se valore en su justa medida. A partir de ahí la ignorancia de quienes pretenden colgarnos la etiqueta de enemigos del consumidor o pretenden decir que el consumidor es tonto, sólo saben silbar a la vía. No tendría yo en mi equipo a alguien que piense de ese modo.
Dicho lo cual procedo a comentar mis impresiones personales sobre esta maturana blanca en edición 2014 deBodegas Bilbaínas. Elaborado con fruta procedente de la finca Paceta 14, localizada en el término municipal de Haro y situada a una altitud de cuatrocientos cuarenta y ocho metros sobre el nivel del mar. Cobijada por las legendarias Conchas de Haro y orientada al norte sur está influenciada por un clima atlántico. Tras la vendimia y el porte de la fruta a bodega, se procede con una maceración con hollejos de ocho horas, fermentando después en frio y utilizando el método de battonage,removido de lías, durante un periodo de seis meses. Depósitos de acero inoxidable que dan paso luego a barricas de madera nueva de roble americano con nuevo periodo de removido de tres meses y crianza final en barricas de madera de roble francés que se prolonga durante cuatro meses. Meticulosa elaboración que da como fruto un vino elegante, graso en la medida justa, con un cromatismo amarillo brillante, reflejos pajizos y fondo cetrino. Cercanía aromática que resume nostalgias cítricas, fruta blanca, ciruelas proustianas, sin exceso de complejidad pero sí efectiva, aportando en segunda instancia evocaciones cremosas, finos balsámicos, perímetro herbal y algunos tostados finales que redondean un conjunto bien afinado en la fragancia.
Boca que arranca con ligereza y que plantea en el avance un fondo sabroso y sápido, con estupenda y equilibrada nota de acidez, fresco y expresando la untuosidad propia del trabajo con lías, persistente en alta medida y con un volumen digno de admiración.
La retronasal habla de limón, pomelo, manzana, gestos insinuantes no muy marcados de membrillo y nuez, hinojos y mantequilla francesa, con un epílogo de hierbas silvestres y finos tostados.
Puntos El Alma del Vino : 17’50/20.
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