Jesús Madrazo Ermita de San Gregorio Ostiense Blanco Reserva 2021.

San Gregorio Ostiense fue un religioso católico del siglo diez, que además de abad del monasterio de san Cosme y san Damián en Roma, detentó el obispado de la diócesis de Ostia, además de ser cardenal y legado pontificio. Fallecido en Logroño el nueve de mayo del año mil cuarenta y cuatro, está considerado como abogado contra plagas en el agro, por la lista del patronazgo católico. Sus reliquias se conservan en una basílica erigida en su honor, ubicada en el término municipal navarro de Sorlada, en la Merindad de Estella. En el presente, Jesus De Madrazo Mateo le honra dando nombre a uno de sus vinos, Ermita de San Gregorio Ostiense. Un vino blanco que forja su personalidad con una base mayoritaria de la perla blanca de Rioja, Viura, y un aporte testimonial de Malvasía. Fruta procedente de viñas localizadas en Viñaspre, con la frescura añadida de la Sierra Cantabria, que es cosechada de modo manual. Proceso de macerado con nieve carbónica en prensado directo, que precede a la fermentación alcohólica en acero inoxidable y final de la misma en barricas nuevas de roble francés y un diez porcentual de madera de acacia. Chus se decide por tres meses de permanencia en contacto con sus lías y otros cinco, madurando en los mencionados continentes. Si un punto destacaría tras su cata, es la sensación de limpieza, aunque no es cierto en caso alguno, usando mis propias expresiones de catador creativo, lo definiría como uno de los vinos blancos más “cristalinos” que me he topado. Dirán ustedes, todos los vinos son limpios. No es el concepto de limpieza que usted cree, querido lector, apreciada lectora. Sería más bien una mezcla entre una reflexión del escritor Mark Twain, “Honestidad: la mejor de todas las artes perdidas” y el folklore popular de la zona alavesa de la denominación de origen Rioja, en donde nos llegan desde el pasado costumbres de varios pueblos, Moreda, Briones y Oyón entre ellos, en los que se acudía hasta la ermita de San Gregorio de Sorlada, para recoger agua bendecida con la que, tras una ceremonia balsámica a pie de campo, se buscaba proteger la tierra y sus cosechas. Limpieza, agua bendita, honestidad. Claves para definir un vino dotado de personalidad. Integridad identitaria. Cromática amarilla dorada, muy limpia y brillante, me ha encantado esta fase de la cata, y no he dejado de apreciar su estética. Dicen algunos que es la menos relevante. En este caso concreto, no lo es. La nariz envía recuerdos de ciruelas claudia, melocotón blanco, cítricos suaves y balsámicos, flores y algún especiado más liviano. Boca que arranca sabrosa, tic de calidez que se ve sobrepasado por la frescura, acidez bien delineada, untuosidad, con apacible llegada y buena prolongación. En la retronasal aprecio un guiño que evoca pu erh tea infusion, registro que aprendí de dos catadores taiwaneses en el pasado. Un vino blanco reserva de Rioja, que en su edición de cosecha 2021, me ha gustado y hasta cierto punto, sorprendido gratamente.

Puntos El Alma del Vino : 17’75/20.

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