Vino catado en el año 2019, en Haro.
Si Francisco de Goya y Lucientes dibujó y dió color a La Maja Desnuda entre 1790 y 1800, la familia Cantalapiedra, con Isaac y Manuel como figuras visibles, ha dado vida a esta versión desnuda de una verdejo procedente de cultivo ecológico traducida en un vino con peculiar personalidad, zumosa expresión varietal repleta de condición que ni disimula ni quiere hacerlo, una envidiable sensación natural. Puede que este vino blanco represente un icono de la filosofía ecológica vitivinícola, de los manejos biodinámicos en la agricultura actual, esa que dicen que está de moda y que en mi opinión, no es más que una sincera forma de dar a conocer todo lo que un trabajo serio y mimoso con el viñedo puede dar de sí. Me encantan estos vinos, donde la fruta aparece desabrigada, expuesta y precisa. La verdejo, extensamente maltratada, recupera con ejemplos como el presente, parte de su nobleza. Emocionante, sin duda. Elaboración sin añadido de sulfitos y cosecha del fruto un poco más tarde de lo habitual en otros vinos, con la presencia de suelos limosos y con canto rosado en superficie. Parcela localizada a una altitud aproximada de setecientos cincuenta metros de altitud sobre el nivel del mar que forma parte de las poco más de veinte hectáreas propiedad de esta familia castellana. Vinificación que se realiza mediante un prensado directo y suave, una fermentación alcohólica en depósitos de acero inoxidable controlando la temperatura y posterior permanencia de ocho meses en contacto con las lías.
Tras el descorche y servicio en copa, asoma un cromatismo amarillo con notas turbias, palidez y sensación dorada, la nariz recibe nostalgias de fruta blanca y cítricos ligeros, esbozos de cereal y crema, guiño balsámico central, alguna mueca silvestre menor, con mucha fruta estilizada pero intensa. En el final del perfume aparecen memorias de piedra húmeda.
Boca que arranca profusa, horizontal expresividad, sugerente y zumoso, untuoso en el paso y con ese dinámico brillo frutal que expande su carácter vivaz y jovial. Alguna seña de rusticidad, siempre dentro de un fino equilibrio, jugoso y con un lineal de acidez prolongado.
Volumen y una vía retronasal que abunda en manzana, pera y limón, directo en su registro silvestre y balsámico, bondad de panadería y fondo mineral que da longitud a su expresión.
Tras el descorche y servicio en copa, asoma un cromatismo amarillo con notas turbias, palidez y sensación dorada, la nariz recibe nostalgias de fruta blanca y cítricos ligeros, esbozos de cereal y crema, guiño balsámico central, alguna mueca silvestre menor, con mucha fruta estilizada pero intensa. En el final del perfume aparecen memorias de piedra húmeda.
Boca que arranca profusa, horizontal expresividad, sugerente y zumoso, untuoso en el paso y con ese dinámico brillo frutal que expande su carácter vivaz y jovial. Alguna seña de rusticidad, siempre dentro de un fino equilibrio, jugoso y con un lineal de acidez prolongado.
Volumen y una vía retronasal que abunda en manzana, pera y limón, directo en su registro silvestre y balsámico, bondad de panadería y fondo mineral que da longitud a su expresión.
Puntos El Alma del Vino : 17’50/20.
Comentarios
Publicar un comentario