Vino catado en el año 2018, en Haro.
Un paseo por el campo de la pedanía de Viñaspre, en las inmediaciones de la población alavesa de Lanciego, supone reconciliarse con el pasado rural, con esa visión natural que de un modo tan cursi suele aparecer reflejada en las crónicas urbanas de algunos periodistas que nunca se calzan las botas de batalla y prefieren elucubrar desde la cálida redacción. Visión natural que sólo se obtiene caminando con personas como Roberto Oliván, desafiando rocas en el camino, tormentas y cuestas hacia arriba. Porque de la dureza de las labores viticultoras sabe este elaborador bastante, aunque también de los grandes momentos, esos que dan como fruto vinos como el que hoy comparto con mis lectores en el blog. La tempranillo habla en Xérico 2016,acompañada por un porcentaje de la rubia angelical de Rioja, la viura. Siete hectáreas y media a disposición de Oliván, y en esta referencia el resultado y el mimo en el trabajo de tres parcelas, Majadonda, El Pedrón y La Entrada, que atesoran viñas de una edad media comprendida entre los quince y los cincuenta años. Mínima intervención, métodos de agricultura orgánica, siempre bajo la influencia de la climatología deViñaspre, con suelos en donde predomina la composición arcillo calcárea, terrenos del terciario sobre margas calizas en ladera.
Cosecha manual y traslado a bodega de la fruta, despalillado y fermentación alcohólica espontánea en depósitos abiertos de hormigón y tinas de acero inoxidable. Maloláctica posterior y maduración de seis meses en barricas de madera de roble francés, fudres de castaño y continentes de hormigón.
De la rusticidad hacia la pureza, descorche y primer servicio en copa, cromatismo picota intenso con reflejos púrpura, buen brillo y limpieza. Nariz que en la proximidad recoge nostalgias de fruta roja en sazón, especiados y balsámicos, señas ahumadas suaves y una continuidad en donde surgen memorias de tostados y canto rodado. Equilibrado, muy expresivo en lo que a la fruta se refiere, escoltada por las influencias de la madera, esta en segunda línea. La boca abre con ese guiño ligeramente rústico, muy de la Rioja de siempre, la del campo, la del viñedo, alargando en su avance a frescura y drupa, longitud en la acidez bien equilibrada con los gestos golosos, amable en sus formas. Taninos golosos y maduros, persistente en buena medida. La retronasal habla de evocaciones a cerezas y ciruelas rojas, pimienta y matorral de monte bajo, regaliz y almendra tostada, epílogo mineral suave pero presente.
Puntos El Alma del Vino : 18/20.
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