Weingut Heinrich Graue Freyheit 2016.


Vino catado el año 2018, en Haro.

Lo primero y tal vez uno de los agentes externos que marcan la cata de este vino austriaco nacido en el Burgenland es el continente. Una vasija de arcilla pizpireta destacada en blanco que presta su cuerpo al almacén de un contenido que yo calificaría de divertido bajo un patrón de consistencia. Weingut Heinrich colaboró conmigo en el pasado para que diera mi opinión sobre esta elaboración y lo hice tras descorchar en grupo y proceder al servicio de un vino afable aunque en el comienzo desconcertante. La variedad pinot gris, grauburgunder, proveniente de viñas asentadas en los suelos de componente de esquisto y cuarzo de la zona Joiser Hackelsberg, ladera noroeste junto al lago Neusiedl, masa de agua endorreica con aportes de alta salinidad, rodeada por Austria y Hungría, se acompaña por aportes de chardonnay y pinot blanc, weissburgunder, variedades que proceden de viñedos ubicados en laderas expuestas al este de las montañas de Leitha, asentados en suelos de composición caliza y presencia de esquistos. Debo manifestar cierta sorpresa inicial en su degustación, porque el vino desde el interior de la copa aparece tímido, un tanto lejano, falto de carácter. Y sin embargo y lo digo por mis anotaciones de libreta, es un corto espacio de tiempo quien quita la máscara del Graue Freyheit, esbozando en mis sensaciones sobre esta edición de vendimia 2016 un certero punto de enganche, a base de nostalgias de fruta roja en sazón, cerezas, sutileza mineral y breakfast tea, un té muy victoriano. Alza en el recorrido por boca una buena traza de acidez, una sabrosa persistencia y una maravillosa recuperación tras la zozobra del inicio. Me dicen que la arcilla del continente colabora en ello, comienzos cerrados y avance de menos a más. Trabajo de agricultura en conversión a biodinámica, cosecha manual y fermentación espontánea con hollejos por un periodo de quince jornadas. Prensa suave y maloláctica posterior, madurando hasta el momento del embotellado en barricas de varios usos, de madera de roble, proceso que se extiende durante catorce meses. Hay trabajo con lías en su vinificación y permanecen en contacto durante la crianza. Tiene dos argumentos favorables, es un vino limpio y con una bella cromática que incide en colores rosas, naranjas, amarillos y ambarinos. El segundo se expresa con su progreso durante la cata, es suave al inicio, aunque al final garantiza unos instantes de indudable placer en donde la fruta se expande amable, sincera y muy concentrada. Como afirmó un día el poeta y dramaturgo irlandés Oscar Wilde, una máscara nos dice más que una cara. Y en el supuesto que me ocupa, el aserto es un hecho tangible.

Puntos El Alma del Vino : 17’50/20.

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