Resplandece la Tempranillo con el pequeño timbre de Viura, la fruta luminosa, hablando desde dentro de la copa, susurrando al principio y utilizando un altavoz después. Una gloriosa maceración carbónica, confite puro, liberación de las terpenoides aromáticas desde las uvas, filosofía cosechera, realidad plena de lozanía. Un veterano viticultor de la Rioja Alta me dijo una vez que sin las maceraciones carbónicas el vino sería menos vino. Corroboro, porque sin la gestión del metabolismo anaerobio del fruto, sin el escenario de las uvas enteras sumergidas en una atmósfera gaseosa rica en dióxido de carbono, sin toda esa luminosidad vinícola, el vino, en efecto, no sería lo que es, un zumo, un fluido, un alimento, digno de respeto y admiración. Artuke Bodegas Viñedos defiende esta referencia en el mercado, con el criterio de Arturo y Kike Miguel, como lo hacían los abuelos Gerardo y Cesáreo, con la inyección del entorno del viñedo en la expresión final del vino. Desde Baños de Ebro para el mundo. Fruta entera y proceso de fermentación intracelular enzimática. Descorche y servicio en copa, limpieza y brillo, rojo picota, reflejos violáceos, en la cercanía aromática emergen nostalgias de frutos maduros, fresas de mata, cerezas y moras de zarza. Balsámico. Tona. Mucha frescura en boca, de inicio a fin, racha de acidez bien delineada, sustancioso, fruta por doquier, desnuda, sápida. Un excelso ejemplo de artesanía que nos habla desde el pasado de la denominación, honrando a las mujeres y los hombres de vino que afianzaron con su trabajo los cimientos del presente. Espectáculo.
Puntos El Alma del Vino: 18/20.
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