Elaborado con uvas de la casta Moscatel que surgen de viñas que cumplen su ciclo vegetativo, asentadas en pendiente, en suelos calizos y ubicadas a una altitud de setecientos metros sobre el nivel del mar, este vino blanco seco de Bodegas Juan Gil, plantea la influencia climatológica del Valle de la Aragona, diez kilómetros al norte de la ciudad de Jumilla, mediterráneo continentalizado de carácter semiárido. Es un clima seco, con buen despliegue de horas de exposición solar. Tras comprobar la correcta maduración del fruto, se procede con la vendimia y el traslado de los racimos a bodega, fermentado en depósitos de acero inoxidable y un tiempo de permanencia en esos continentes, antes del paso a botella. Con Bartolomé Abellán al frente de las labores enológicas, las tareas de campo se basan en la agricultura ecológica. Descorche y servicio en copa, exhibe una cromática amarilla pajiza, limpio y brillante, con reflejos pálidos y gris frío. Perfume marcado por nostalgias de fruta cítrica y tropical, limón, piña, lichis, ciruelas claudia, muy tenues balsámicos y flores blancas, además de matorral, espino. Entra en boca con una inicial timidez que pronto se quiebra con un buen despliegue de acidez y frescura. Paso untuoso, sapidez, buena seña de prolongación y envolvencia. Lo he armonizado, tras la cata inicial, con una tostada de pan untada con mantequilla de Soria y huevas de pez lumpo. Recuerdos salinos que casan en buen grado, con la cordial frescura del vino y su avance graso y fluido, por boca y paladar.
Una correcta edición de añada.
Puntos El Alma del Vino : 16/20.
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