A Gonzalo Celayeta se le puede calificar del modo que hizo el periodista Carlos Delgado en El País, allá por el año 2021. “Gonzalo Celayeta Escudero es un experto en rescatar del olvido viejos viñedos perdidos en pequeñas fincas de la baja montaña navarra, dentro de la comarca de San Martín de Unx.”
Fruto de ello, la referencia La Huella de Aitana, es un vino rosado acogido a la denominación de origen Navarra, que ve la luz gracias a una selección de racimos de la variedad Garnacha, originarios de viñas localizadas, en la parte en descenso del término municipal de San Martín de Unx, a cuatrocientos metros de altitud, asentadas en suelos con composición arcillo calcárea. En su proceso de elaboración se incluyen un proceso de fermentación en barrica y una maduración sobre lías por un tiempo de cuatro meses meses en barricas de madera de roble americano. Intensa estampa en copa parada, reluciente, rosa frambuesa, limpio y brillante, exhibiendo violáceos reflejos. Como un vibrante Rubicón, un tapiz colorista digno de admiración. La nariz recoge memorias de frutos rojos en sazón, matorral de monte bajo, piel de naranja y un tic más fino en clave especiada dulce. Intenso en el perfume que expresa desde el interior de la copa. Fino, nada rebuscado, muy varietal y equilibrado. Entra en boca con profusión, prolongado en el avance, fresco, jovial, con una buena seña de untuosidad, muy frutal y con la influencia del roble que le sirve en la maduración en segunda línea de expresión. El tiro de acidez se comporta con amabilidad, presente pero integrado. Una estupenda edición de añada, la del 2022, que me ha satisfecho en plenitud. Aitana es el nombre de una hija de Celayeta. Y es el franco homenaje de un padre a su descendiente, en el trabajo que realiza.
Puntos El Alma del Vino : 17’50/20.
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