Un vino blanco elaborado en base a uvas de la casta Chardonnay, perfil monovarietal, que llega avalado por un periodo de fermentación en barricas de madera de roble, de procedencia diversa, francés, americano, búlgaro, alemán, húngaro y esloveno. Color, aroma y sabor tienen variaciones en función del tipo de barricas utilizadas. Lo importante es que sea la fruta quien dirija la orquesta durante su cata y disfrute, influencia si, pero en caso alguno nebulosa. La suavidad y porosidad del roble americano, la densidad y dureza del francés, la finura habitual de los robles del Cáucaso, Rumanía, Bulgaria y Hungría. Y las experimentaciones de los profesionales de la enología, como alquimistas tenaces, probando y catando, fijando y cambiando. Esto y aquello. Bella labor. Antonia López, Jordi Benito y Gemma Martínez, los responsables de la bodega con sede en Mas de Valls y El Molar, De Muller, saben de que escribo. Me apasiona la luminosidad de la Chardonnay en copa, ese amarillo limpio, brillante, intenso, acompañado de reflejos, en esta añada 2022 del dominio catalán, incipientes dorados. Cercanía aromática que promulga recuerdos de manzana, cítricos, ciruelas proustianas, lichis, mantequilla francesa, pastel de coco, alguna flor más difusa que el resto de apuntes organolépticos. Boca muy fresca, fina y con buen despliegue de acidez, untuosidad, longitud y también amplitud, buena seña de persistencia, con la retronasal dejando muy clara la preponderancia de los testigos frutales y un guiño de melosidad amable y liviano. Un vino en una edición de vendimia con estilo.
Puntos El Alma del Vino: 17/20.
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