Un vino de Lanciego, cómodo, inspirado en el trabajo de campo y bodega de los viticultores del municipio de los años veinte. Tempranillo, Graciano y Garnacha, fruta proveniente de los parajes Campoluengo, Las Rozas, Castillejo, El Romeral, Agozaderas y El Plano, ubicados en el término municipal. Viñas localizadas a una altitud media de entre quinientos y setecientos metros sobre el nivel del mar y asentadas en suelos diversos, replanos de areniscas, pedregosos, calizos y de textura limosa, terrazas de rocas sedimentarias compuestas de calcita y arcillas, de textura franca fina. Elaboración convencional con uso de levaduras indígenas y maduración por un tiempo de entre seis y siete meses en depósitos de cemento. Frescura atlántica con matices continentales, perfilando un cromatismo rojo picota con reflejos violáceos, nariz que recoge memorias de fruta negra en sazón, cassis, mora de zarza, balsámicos y una banda de kirsch. Intensa lozana aromática. Frescura. La boca no se queda atrás, ducha de fruta, equilibrio, taninos sápidos y rollizos, buena balanza, jugoso, pulpa, amplio. Estupenda clave de persistencia. Una buena añada para un vino que llega avalado por trabajo de agricultura ecológica en el campo. Prueben su armonía con una suculenta ración de patatas calceatenses con chorizo de Ezcaray. Placer.
Puntos El Alma del Vino: 17/20.
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