Detonación vínica. Es dercorchar y darte cuenta de los motivos que te hacen sentir pasión por este fascinante universo que transcurre entre el campo, la tierra, el suelo y la bodega. Gozar, analizar, describir y sentir. «Hay cepas que hunden sus raíces en piedra en vez de en tierra, pequeños viñedos que nuestros abuelos no tuvieron más remedio que plantar sobre auténticos pedregales, viejas parcelas duras de trabajar…». Y en ese pregón, desafiante y tan real como la vida misma, radica parte del éxito de Malaspiedras, un vino que conozco desde tiempo atrás, en su expresión de añadas precedentes. Azul eléctrica emoción. Tempranillo de Lanciego, recogida en viñas de familia, parcelas El Plano, Balondo, Vasconegro y El Anagorio, que admite muy pequeñas proporciones de Viura y Garnacha, de ahí llega ese noventa y nueve, con noventa y nueve, que figura en la etiqueta, refiriéndose a la Tempranillo. De esos vinos con los que uno se iría a pasear, a comer y desde luego, a disfrutar. Labores de agricultura ecológica a quinientos sesenta metros de altitud sobre el nivel del mar, tratamiento individual de cada parcelación, vendimia manual, fermentación alcohólica mediando levaduras autóctonas y maduración sobre lías finas en barricas de quinientos litros de madera de roble francés, americano y húngaro, con removidos regulares. Un vino para dibujar lo que se conoce como Blue Smile, tan frecuente entre catadores, pura ducha de fruta, con taninos marcados, fundentes, cremoso en el paso, rollizo, carnoso. Buen balance de grado y acidez, fresco y herculeo. Intenso en las tres fases de la cata, cromática picota, despliegue de lágrima, reflejos violáceos e incipientes púrpura. Persistente, relata recuerdos de mora de zarza, ciruelas rojas y arándanos, lavanda, regaliz, firme y amable evocación balsámica, fondo mineral, grafito y guiños de hoja de tabaco. Hermoso, terroso y muy expresivo. Larga vida a esta Tempranillo, Gorka Mauleon.
Puntos El Alma del Vino: 18’25/20
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